Los sensores de nivel hidrostáticos, también llamados sensores de nivel sumergibles o sondas de pozo, requieren de una buena conexión a tierra para su correcto funcionamiento, pudiendo resultar dañados si no cuentan con ella. Los cables de los propios sensores actúan como antenas, captando señales electromagnéticas que pueden generar sobretensiones o picos de tensión, capaces de dañar la electrónica interna.
Algunas veces, el propio fluido en el que se encuentra sumergido el sensor, actúa como acumulador de energía y si la impedancia de la conexión a tierra no es suficientemente baja, puedes acabar quemándose la electrónica. Si la conexión a tierra no es buena, la diferencia de voltaje entre el sensor y el fluido, aunque sea baja, puede generar electrólisis. La corrosión en la carcasa metálica del sensor aparece. Este fenómeno suele confundirse con un ataque químico pero lo que en realidad sucede, es que el sensor está actuando como ánodo de sacrificio y el metal va siendo “comido” por la oxidación.
En los tanques metálicos o de plástico, cualquier parte metálica aislada debe estar conectada a un tierra común con una impedancia inferior a 100 Ohms. Lo mismo sucede con los tanques metálicos que se emplean frecuentemente en barcos, deben estar conectados al tierra común del barco. En instalaciones al exterior, como por ejemplo ríos, lagos o embalses, suele ser complicado encontrar una buena toma de tierra pero sin duda merece la pena invertir en ella para evitar daños posteriores en los sensores. Algunos sensores de la gama WIKA como por ejemplo los modelos LH-10 y LH-20, cuentan con sistema de protección contra rayos. Dicho sistema también requiere de una correcta toma de tierra con baja impedancia para poder disipar la corriente generada a tierra.
Autor: Enric Bossart. Productmanager instrumentación electrónica de presión.